Pero lo que ellos escribieron y lo que aún se conserva son cosas sumamente desproporcionadas en su volumen. La literatura antigua, entendida con tal amplitud que comprendía ciencia, filosofía y análisis social, así como bellas letras, tuvo que sostener una
grave lucha para sobrevivir. Las obras de Homero, Platón y Euclides fueron escritas a mano sobre rollos, ordinariamente hechos de papiro. De los originales se hacían copias, siempre a mano, sobre papiro, o más tarde en pergamino (vitela). Ninguno de estos materiales es perdurable. Lo que sobrevivió fue, aparte de algunas excepciones accidentales, lo que se juzgó digno de ser copiado y vuelto a copiar durante centenares de años de la historia- griega y después, durante los siglos de la historia bizantina, en los cuales los valores y las modas cambiaron más de una vez, con frecuencia radicalmente.
Lo poco que ha llegado a nosotros a través de este proceso de criba se muestra fácilmente. Se conocen los nombres de unos 150 autores de tragedias griegos; mas, aparte de raros fragmentos citados por autores o antólo-gos griegos o romanos de época posterior, se conservan únicamente las obras de tres atenienses del siglo v a. c. Pero esto no es todo. Esquilo escribió 82 obras teatrales, y tenemos sólo 7; Sófocles, según se dice, escribió 123, de las cuales existen todavía 7; y podemos leer 18 o 19 de las 92 de Eurípides. Además, lo que leemos, si es un original griego, es un texto laboriosamente colacionado de manuscritos medievales, generalmente de los siglos xrv y xv de nuestra era, producto final de un número desconocido de sucesivas copias, y por consiguiente de transcripción posiblemente deformada.
Solamente en Egipto fue posible que duraran indefinidamente los textos escritos en papiros, gracias a la deshidratación natural proporcionada por jas peculiares condiciones climáticas. Egipto cayó bajo el dominio griego durante el imperio de Alejandro Magno, a partir del cual muchos griegos emigraron hacia el Nilo. Desde el siglo nr a. c. hasta la conquista de los árabes mil años más tarde, el griego fue el lenguaje culto en Egipto, y muchos de los papiros hallados contienen fragmentos literarios que son mucho más antiguos que los de los manuscritos medievales. En algunos casos (las obras de los poetas líricos Alceo y Baquílides, algunas comedias de Menandro, los mimos de Heronda, el pequeño libro de Aristóteles sobre la constitución ateniense), los papiros han dado a luz nuevamente obras notables que estaban totalmente perdidas. Es, sin embargo, tan pequeño su número que permite subrayar el hecho de que el proceso de eliminación había tenido lugar mucho antes de los copistas monásticos de la cristiandad medieval. En la biblioteca establecida en Alejandría por los gobernantes griegos de Egipto en el siglo m a. c, la biblioteca más grande del mundo antiguo, sólo 74 o 78 de las 92 tragedias de Eurípides podían consultarse, hecho que revela una considerable pérdida en el espacio relativamente corto de dos siglos. Después, en Alejandría y en todas partes, los eruditos y bibliotecarios se defendieron del proceso de la falta de uso, conservando muchas obras por las cuales había decaído o muerto el interés general. Pero los primeros siglos de la era cristiana aquellos esfuerzos dejaron de realizarse y la desaparición de libros antiguos fue cada vez más rápida.
Los papiros de Egipto muestran también con toda claridad que, en la lucha por la supervivencia literaria, Homero no tuvo rival. De todos los restos y fragmentos de obras literarias hallados en Egipto que han sido publicados hasta 1963 hay un total de 1 596 libros de o sobre autores cuyos nombres son identíficables. Esta cifra representa ejemplares, no títulos separados. De los 1 596, cerca de la mitad eran copias de la litada o la Odisea, o comentarios sobre ellas. La litada superaba en número a la Odisea por cerca de tres a uno. El autor inmediato más "popular" era el orador Demós-tenes, con 83 papiros (incluidos también los comentarios), seguido de Eurípides con 77 y Hesíodo con 72. Platón estaba representado solamente por 42 papiros, Aristóteles por 8. Estas cifras se refieren sin duda a copias de libros hechas por los griegos en Egipto después de Alejandro; pero con toda seguridad indican que pueden considerarse como sumamente típicas del mundo griego en general.
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