domingo, 18 de julio de 2010

LOS GRIEGOS Y HOMERO

Si un griego poseía libros (esto es, rollos de papiro), era casi tan seguro que poseía la litada y la Odisea como algo del resto de la literatura griega. Más aún, si era cultivado, un griego debía co­nocer de memoria largas tiradas de los dos poemas. El conservador dirigente ateniense del siglo v a. c, Ni-cias, en su afán de educarlo como un auténtico caba­llero, llegó a obligar a su hijo a aprendérselas comple­tas de memoria (Jenofonte, Symposium 3.5).

Hubo pensadores entre los griegos que dudaban de que aquello fuera bueno o deseable. A los que llama­ban a Homero instructor de la HéLade, Platón (La república, 607 A) les replicaba Sí, él es "el más gran­de de los poetas y el primero de los trágicos", pero una sociedad más justa desterraría toda poesía con la sola excepción de "los himnos en honor de los dioses y los elogios de los grandes hombres". Dos siglos an­tes, el filósofo Jenófanes había protestado porque "Ho­mero y Hesíodo atribuyeron a los dioses todo lo que entre humanos era reprensible y sin decoro...: robos, adulterios y el recíproco engaño". Mucho antes que Platón, reconoció la tremenda influencia de Homero sobre los griegos y pensaba que el efecto era totalmen­te malo.

Homero, esencial es recordarlo, no era exclusivamen­te poeta; era un narrador de mitos y leyendas. Desde luego, el proceso de la formación de mitos había comenzado entre los griegos muchos siglos antes; y progresó continuamente dondequiera que hubiese grie­gos, siempre por la palabra hablada y ceremonialmen­te. Era una actividad del más alto nivel social (y hu­mano), no solamente el casual ensueño de un poeta o de un campesino imaginativo.

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