Si un griego poseía libros (esto es, rollos de papiro), era casi tan seguro que poseía la litada y la Odisea como algo del resto de la literatura griega. Más aún, si era cultivado, un griego debía conocer de memoria largas tiradas de los dos poemas. El conservador dirigente ateniense del siglo v a. c, Ni-cias, en su afán de educarlo como un auténtico caballero, llegó a obligar a su hijo a aprendérselas completas de memoria (Jenofonte, Symposium 3.5).
Hubo pensadores entre los griegos que dudaban de que aquello fuera bueno o deseable. A los que llamaban a Homero instructor de la HéLade, Platón (La república, 607 A) les replicaba Sí, él es "el más grande de los poetas y el primero de los trágicos", pero una sociedad más justa desterraría toda poesía con la sola excepción de "los himnos en honor de los dioses y los elogios de los grandes hombres". Dos siglos antes, el filósofo Jenófanes había protestado porque "Homero y Hesíodo atribuyeron a los dioses todo lo que entre humanos era reprensible y sin decoro...: robos, adulterios y el recíproco engaño". Mucho antes que Platón, reconoció la tremenda influencia de Homero sobre los griegos y pensaba que el efecto era totalmente malo.
Homero, esencial es recordarlo, no era exclusivamente poeta; era un narrador de mitos y leyendas. Desde luego, el proceso de la formación de mitos había comenzado entre los griegos muchos siglos antes; y progresó continuamente dondequiera que hubiese griegos, siempre por la palabra hablada y ceremonialmente. Era una actividad del más alto nivel social (y humano), no solamente el casual ensueño de un poeta o de un campesino imaginativo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario