domingo, 18 de julio de 2010

ORIGEN DEL PUEBLO GRIEGO

DE DÓNDE PROVENÍAN LOS GRIEGOS

Acerca de la larga historia de los griegos, anterior a los tiempos de Homero y Hesíodo, los fragmentarios testimonios de la época se limitan a unos cientos de tablillas de barro en Lineal B, y el mudo testimonio de las piedras, la alfarería y los objetos metálicos desen­terrados por los arqueólogos. El análisis intrincado de los restos y de los nombres de lugares ha demostrado que el pueblo que hablaba la lengua griega, pero que ignoraba el arte de la escritura, apareció en la escena hacia el año 2000 a. c.1 Nadie sabe de dónde vinieron originalmente. En los días de Platón, unos mil qui­nientos años más tarde, se habían extendido en un in­menso territorio, desde Trebisonda, cerca del extremo oriental del Mar Negro, hasta las costas mediterráneas de Francia y del norte de África, contando entre todos quizá cinco o seis millones de almas. Aquellos inmigran­tes no fueron en modo alguno los primeros habitantes de Grecia, ni vinieron como conquistadores altamente civilizados a dominar tribus salvajes. Los arqueólogos han descubierto datos reveladores de civilizaciones pre-griegas avanzadas, algunas mostrando huellas pertene­cientes a la Edad de Piedra, anteriores al año 3000 a. c. Con mucho, el nivel del progreso social y material en aquella región superaba al de los recién llegados. Cuan­do llegó el pueblo que hablaba la lengua griega, no era una emigración en masa, ni era una horda que todo lo arrasaba, ni un gran convoy de carretas atravesando el difícil terreno montañoso de la Grecia septentrional, así como tampoco una expedición colonizadora organi­zada, sino que más bien se trató de un proceso de infil­tración, quizá con uno o dos movimientos en masa.

La mente humana sufre extraños errores en las pers­pectivas del tiempo cuando se somete a consideración el pasado remoto: los siglos se convierten en años y los milenios en décadas. Exige un esfuerzo conscien­te el rectificar esta idea para apreciar que una infiltra­ción a través de varios siglos no les parece a los parti­cipantes un simple movimiento organizado. Dicho de otro modo: ni los griegos, ni los nativos en cuyo mun­do entraron aquéllos, tuvieron probablemente idea al­guna de que algo grande e histórico estaba ocurriendo. En lugar de esto, veían presentarse pequeños grupos, algunas veces pacíficos y de ninguna manera dignos de tomarse en cuenta, otras veces perturbadores e incluso violentos destructores de vidas y modos de vida. Tanto biológica como culturalmente aquellos siglos fueron de constante mezcla. Se recuerda esto claramente en la Odisea (19, 172-7), cuando dice Odiseo, mezclando nombres griegos y aborígenes:

"En medio del vinoso ponto, rodeada del mar, exis­te una tierra hermosa y fértil, Greta; donde hay mu­chos, innumerables hombres, y noventa ciudades. Allí se oyen mezcladas varias lenguas, pues viven en aquel país los aqueos, los magnánimos cretenses indígenas, los cidones, los dorios, que están divididos en tres tribus, y los divinales pelasgos."

Los restos de esqueletos muestran ia fusión biológi­ca; el lenguaje y la religión aportan la prueba principal con respecto a la cultura. El producto final, después de mü años poco más o menos, fue el pueblo histórico que llamamos los griegos. En el sentido verdadero, los emigrantes originales no eran griegos, sino^un pue­blo que hablaba proto-griego, y que llegó a ser uno de los elementos en un compuesto posterior que pue­de reclamar con razón ese nombre. Los anglos y los sajones en la Gran Bretaña presentan una analogía adecuada: no eran ingleses, pero habrían de hacerse algún día ingleses.



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