Un mundo de este tipo no podía producir una mitología nacional coherente y unificada. En los primeros siglos, cuando la creación de mitos era un proceso activo en su etapa más vital, necesariamente sufrían los mitos constantes alteraciones. Cada nueva tribu, cada nueva comunidad, cada cambio en las relaciones de poder dentro de la élite aristocrática, significaba algún cambio en las genealogías de los héroes, en la amplitud de los feudos de las familias antiguas, en las delicadas relaciones entre hombres y dioses. Obviamente, la nueva versión resultante en un área no coincidía con las decenas de nuevas o viejas-versiones existentes en otras regiones; ni se intentaba unificarlas. Los narradores de mitos y sus auditorios no eran eruditos; tomaban parte en sus propias actividades sociales y no se preocupaban en lo absoluto de los mitos de otros. Era un mundo enteramente distinto el que existía cuando un historiador como Herodoto emprendió el estudio de la mitología comparada. Fue necesario manipular las narraciones tradicionales: manipularlas y no desecharlas. Fueron confrontadas para determinar su consistencia interna, corregidas y ampliadas con el conocimiento adquirido de los registros y tradiciones mucho más antiguos de otros pueblos (egipcios y babilonios en particular) y racionalizadas siempre que fue posible. Purificadas de esta manera, podían conservarse aquellas narraciones tradicionales como historia, si no como algo más.
No se ha conocido nunca una sociedad humana sin mitos, y ciertamente es dudoso que una sociedad tal sea posible. Una medida del progreso del hombre desde sus orígenes más primitivos hasta lo que nosotros llamamos civilización es la manera en que domina sus mitos, su habilidad para distinguir entre las zonas de comportamiento, la extensión en que somete cada vez más su actividad al gobierno de la razón. En este progreso los griegos fueron extraordinarios. Acaso su más grande conquista sea su descubrimiento (más exactamente el descubrimiento de Sócrates) de que el hombre es "aquel ser que, si se le hace una pregunta racional, puede dar una respuesta racional." 8 Homero se hallaba tan lejos de Sócrates que ni siquiera concibió al hombre como un conjunto psíquico integrado. No obstante, Homero representa la primera etapa en la historia del dominio griego sobre sus mitos; sus poemas son frecuentemente pregriegos, por así decirlo, en su tratamiento del mito; pero hay también en ellos llamaradas de algo más, de un genio ordenador del mundo, que logra armonizar al hombre y a la naturaleza, a los hombres y a los dioses, en tal forma que los siglos sucesivos pudieron extender y elevar esta armonía hasta lograr la gloria del helenismo.
Si es cierto que la historia europea comenzó con los griegos, es igualmente cierto que la historia griega comenzó con el mundo de Odiseo. Y, como todos los comienzos humanos, tuvo tras de sí una larga historia. Pues la historia, como hizo notar Jacob Burckhardt, es el campo de estudio en que no se puede empezar con el principio.
8 Cassirer, Antropología filosófica, p. 21 (la redacción es suya, no de Sócrates).
Todos los textos anteriores fueron tomados de:
El mundo de Odiseo, M I Finley, Fondo de Cultura Económica, Cap. I
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